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martes, junio 22, 2004

LA VOZ DEL CHINO

¿Cómo olvidarse del “Chino” Peloso, la voz almendrada de Refinería?
¡Qué cantorazo!, ¡Qué porte!, ¡Qué oficio sobre las tablas!
Porque mire que en esa época, le estoy hablando de principios de los cincuenta, había cantores para tirar para arriba, eh... No como ahora que de pedo encuentra a alguno más o menos decente.
Y el “Chino” se destacaba. Era el mejor.
Empezó, si mal no creo, cantando con el hermano, que era más grande: Huguito Peloso. El Hugo tenía un conjunto de jazz que se llamaba “Hugo Peloso y los Emperadores del ritmo”. Y les iba bastante bien, teniendo en cuenta que eran malísimos.
En realidad, el “Chino” entró al grupo porque era pintón, y las minas iban nada más que para verlo a él. Porque de entrada, él no tocaba nada. Recién después aprendió algo de guitarra de tanto verlo al manco Arteaga. ¡Era un capo el manco! Tocaba con el muñón, porque había perdido la mano derecha trabajando con un torno en el ferrocarril. ¡Pero cómo tocaba!
Y el “Chino” empezó a crecer dentro del grupo hasta que le quedó chico, y se fue a probar suerte como solista.
Al principio lo iban a ver nada más que las minas, por lo de la pinta. Pero la fama empezó a crecer también entre los tipos, que lo empezaron a conocer acompañando a novias o hermanas.
¡Y el “Chino” se hizo famoso, che!
Mirá como sería, que el Hugo le cambió el nombre a su grupo: “El hermano del Chino Peloso y los Emperadores del ritmo”, se pasó a llamar.
Además, había mejorado mucho en su forma de cantar, y el cambio del jazz al bolero, también lo favoreció.
La cosa es que la fama del “Chino” trascendió Rosario y ya lo venían a buscar de Córdoba, de Paraná, y hasta de Buenos Aires.
Me acuerdo como si fuera hoy de cuando tocó en Buenos Aires. Era una cantina en La Boca, medio grasa, pero que se llenaba. Y como la guita que le daban era buena, el “Chino” se instaló allá.
De a poco, se fue haciendo conocido en la capital y llegó a cantar varias veces en la radio.
Se iba para arriba, el guacho.
Y usted se debe acordar de cuando volvió a Rosario, que cantó en Sportivo América, en el club Echezortu y en los carnavales de Provincial.
Estuvo dos meses viviendo acá, en lo de su madre.
Ya era una figura, salía a caminar a la tardecita por el barrio con lentes negros y bata de seda.
Ahí fue cuando un periodista de La Capital le puso “La voz almendrada de Refinería”... ¡Y en Buenos Aires lo repetían, aunque no sabían qué carajo era Refinería!
Y es por esa misma época cuando le ofrecen lo de las películas en Méjico.
Era un fangote de guita... en dólares le pagaban. Y el “Chino” ni lo pensó, cazó la guitarra y se fue para allá.
Estuvo como un año y filmó tres películas. Entonces empezó eso de “El Chino de América”, una campaña de prensa que asociaba su éxito continental, con el romance que mantenía desde hacía unos meses con América Parmensen, una actriz que estaba muy de moda por ese entonces.
El “Chino” estaba en la gloria: guita, minas, discos, películas y la mar en coche.
Pero como suele suceder en estos casos, también aparecieron los excesos.
Bueno, lo de “aparecieron” es relativo, porque el chupi, por ejemplo, estaba desde el comienzo.
Creo que fue también el manco el que lo inició en la bebida, porque siempre tocaba con una petaca en el bolsillo del saco.
Pero bueno, no sólo al chupi se dedicó el “Chino”. Le empezó a dar a la coca, a la morfina, y ya al final, casi se queda seco por una sobredosis de sylocaína.
Y ahí se le vino el mundo abajo.
Por el susto, perdió la voz.
Pero no quedó afónico ni nada, eh. ¡Se quedó mudo el “Chino”! Mudo, mire usted... y era joven todavía, tendría treinta y pico de años cuando pasó esto.
Por supuesto que América se fue... creo que con un jugador de Independiente.
La guita también se empezó a terminar, y entonces, con los pocos mangos que le quedaban, se volvió a Rosario, y se puso un almacén cerca de la casa.
El Hugo, mire como son las cosas, estaba laburando bastante bien con el nuevo grupo que había formado.
Ahora él también hacía boleros.
Lo raro que yo quería contarle arranca más o menos por ahí ¿sabe?
Ya serían mediados de los sesenta, y como la fama del “Chino” casi había desaparecido, el Hugo tuvo que ponerse las pilas con su grupo y conseguir buenos músicos y un buen cantante.
Y para eso hizo una prueba en la pieza del fondo de su casa. Fueron cerca de diez cantores. Algunos buenos y otros bastante fuleros. Pero la sorpresa llegó cuando le tocó a un pibe rengo y bastante fiero, que estaba sentado atrás, en el patio, y parecía medio tímido.
El Hugo lo hizo pasar, y ya medio desesperanzado le dijo que cantara algo.
El renguito arrancó con “Perfidia”, siguió con “No seas tan perra”, y ya estaba por empezar con otra, cuando el Hugo, con los ojos fuera de las órbitas, lo agarró del brazo.
¡El rengo tenía la misma voz que el “Chino”!, pero no parecida, eh... ¡La misma!
El tullido le contó que era mudo hasta hacía unos años, y que ya, cansado de probar tratamientos que no funcionaban, fue a ver a una vieja que, supuestamente, arreglaba esas cosas.
La vieja lo hizo pasar a una casilla toda sucia y le preguntó que tipo de voz quería tener. Y él, por decir alguna voz que la vieja conociera, dijo: “la voz del Chino Peloso”.
Los primeros días no pasó nada, pero a la semana, después de que terminara de leer en el diario una noticia sobre la irreparable pérdida del “Chino”, se sorprendió a sí mismo diciendo: “pobre Chino”.
Después le contó que, un poco por culpa y otro poco por vergüenza, no quiso aparecer enseguida.
Además, tenía miedo de lo que le pudieran hacer las fanáticas del “Chino”.
Y lo que lo terminó de convencer, fue la muerte repentina - aunque tenía como noventa años - de la vieja curandera.
Cuando el Hugo se lo presentó a su hermano, éste hizo un gesto de asombro como diciendo: “A la mierda”. Pero como el almacén marchaba diez puntos, se había cansado de la fama, y estaba saliendo con Martita, la empleada, le hizo saber a su hermano que estaba todo bien, y que le diera para adelante con el rengo.
El Hugo formó una gran banda. Volvió a llamarlo al manco para que toque la guitarra, y el rengo fue tomando confianza después de algunos ensayos.
Ahora están de gira por Europa.

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