martes, enero 25, 2005
Ah... malditas las horas en que el tosco guardia se acerca a la minúscula abertura en forma de cuadrado sobre la gruesa puerta de este nauseabundo calabozo.
Su presencia comprime aún más los átomos del aire y lo hace bastante más denso.
El calor me lleva atontado. Me veo a mí mismo tirado sobre los fardos que hacen las veces de catre sin la menor reacción.
Sólo un milagro podrá despertarme mañana.
O, tal vez, cerrar los ojos para nunca jamás despertar y así, entregado a Orfeo, descubrir nuevas percepciones, líquidas realidades y, al menos, volver a soñar.
